Hacía mucho tiempo que no se veía en Buenos Aires tantas manifiestaciones de profundo afecto y dolor hacia una figura política como ocurrió con el ex presidente argentino Raúl Ricardo Alfonsín. Su fallecimiento el martes pasado, movilizó a todos los argentinos. Más de sesenta mil personas pasaron entre el miércoles y jueves por la capilla ardiente del Congreso Nacional donde se realizó el velatorio y otras tantas las que acompañaron sus restos al cementerio de la Recoleta.
No faltaron razones para explicar un sentimiento que superó banderías políticas, posturas religiosas y barreras generacionales.
Alfonsín fue el primer presidente democrático luego de siete años de la peor dictadura militar de la historia argentina (si en verdad existe alguna que no lo sea). En su figura se recostaron todos los sueños contenidos de paz, libertad y justicia. Y él respondió como pudo, con armas nobles como capacidad de liderazgo, tolerancia, honestidad, lealtad partidaria y profundas convicciones políticas.
Uno de los discursos más recordados de Alfonsín, en medio de un levantamiento militar en abril de 1987.
Pero no alcanzó. La pesada herencia recibida (entre la que se destaca una deuda externa de 46 mil millones de dólares) y varios desaciertos económicos -como el Plan Austral- originaron una situación de hiperinflación insostenible, y esta situación sumada a las fuertes presiones de distintos sectores - sindicales y militares- obligaron a su abdicación antes de tiempo.
Es verdad. Su gobierno resultó un fracaso. Aquella utopía de una democracia "que come, cura y educa" al pueblo -tal cual pregonaba en sus discursos- nunca se cumplió (mas aún, es una cuenta pendiente en toda América Latina). Ni tampoco -opinión personal- su figura está a la altura de un prócer como José de San Martín, tal cual se escuchado decir a muchos periodistas y gente común, palabras tal vez más movilizadas por el corazón.
Sin embargo la muerte del lider radical provocó en toda la sociedad dos cosas que hace tiempo no se veían con tanta claridad, mas allá de la pura emoción y cariño.
Primero, una profunda reflexión.
¿Acaso fue tan mala su gestión como se pensaba? ¿Cuánta responsabilidad tuvo del fracaso de su gestión?
Los presidentes posteriores, llámese Menem, De la Rúa, Kirchner, ¿acaso actuaron con esas mismas convicciones partidarias, políticas y democráticas y respeto por las instituciones de aquél?
Hoy, abril de 2009, ¿estamos mucho mejor que en esa época?
Si su mandato estuvo lleno de contradicciones, avances y retrocesos, ¿acaso ha habido algún gobierno democrático latinoamericano que no lo haya tenido? ¿No será que en realidad -lamentablemente- la democracia lleva implícita esa contradicción?
Por ultimo, en las calles se respiró aires de nostalgia. Y este sentimiento dice mucho. Habla de que hay valores que hoy no están, y que precisamente Alfonsín los reunía y transmitía.
El mensaje subyacente es claro: urge la necesidad de que alguien -la presidenta, Julio Cobos, o quien sea -se decida a tomar ese legado. Y tenga ganas de provocar algo que lamentablemente aparece más en ocasión de la muerte de un ser querido. La unión entre los hombres.
1 comentario:
Hola!! Desde Asunción!! Dany!! yo quiero los audios!! Estan buenisimos!! que buen trabajo!! Como le hago?
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