23 agosto 2007

"Gran Verdad"



Es cierto, no son pocos los críticos a nivel mundial del ultra-archi-polémico programa Big Brother y no menos las razones que lo justifican. Sin embargo, no podemos dejar de lado a sus adeptos, aquellos que ven a la famosa creación del holandés John de Mol, no sólo como un simple entretenimiento televisivo y voyeurístico, sino como un gran experimento humano, una posibilidad casi única de analizar las relaciones personales. Basándome en esta última afirmación, decidí hacer mi propio análisis sociológico con la quinta versión de Gran Hermano en Argentina. Y el resultado obtenido ha sido realmente inquietante, tan es así que de ahora en más deberé dar crédito a una frase tantas veces escuchada y al mismo tiempo tomada como burla: "Gran Hermano es como la vida misma".
Aléjense por un instante de los comentarios despectivos hacia mi persona y hagan la siguiente prueba. Piensen detenídamente en su propio ambiente laboral, o más precisamente, en su propia oficina, y luego intenten negar las siguientes afirmaciones:

1) a pesar de un comienzo unido y feliz, tarde o temprano se terminarán formando como mínimo dos grupos.
2) adentro de la oficina conviven:
- el que es o se siente excluido (póngale la causa que quiera)
- el que lleva y trae los chismes
- el callado y que es pura sonrisa (pero que problablemente sea el buchón que mande al frente a su compañero con una "espontánea")
- el que nunca hace nada pero que por su carisma es el que más ganancias obtiene (póngale la ganancia que quiera)
- al contrario, el que se la pasa haciendo de todo pero que nunca consigue lo esperado
- el que se hace la víctima para conmover y/o convencer
- el calentón temperamental
- el calentón sexual (se incrementa en los cincuentones)
- el que se hace el vivo hasta que el "dueño" le pone los puntos
- el que hace cualquier cosa para obtener lo que quiere
- el que tiene inmunidad
- el que intenta demostrar que sabe sólo por una cuestión de edad
3) cuando están mal, maldicen haber entrado y piensan que el "afuera" es mejor
4) a veces sienten que deben superar una prueba para poder comer
5) en algún momento se sientes ganadores...hasta que se dan cuenta que les duró muy poco
6) a veces en tan sólo pocas horas lloran, ríen e insultan.
7) el que mejor juega con la gente termina ganando
8) el cigarrillo es sinónimo de conflicto
9) el baño es fuente de conflicto, ( y siempre es más chico para la cantidad de gente que habita)
10) unos kilos de más es sinónimo de comentarios y burlas
11) a veces necesitan de un psicólogo y otras veces sienten que ni eso les alcanza
12) tan sólo un 20 % de los saludos son realmente sentidos
13) siempre suena un teléfono en el momento menos esperado
14) habrá tantas peleas y discusiones como reconciliaciones políticamente correctas
15) siempre encuentran un lugar para volcar todas sus miserias esperando un "consuelo" (ponganle el consuelo que quiera). Ej: la oficina del jefe y/o gerente
16) y lo más triste de todo...siempre uno se termina yendo

¿Vieron? Al fin y al cabo somos todos "hermanitoooooooossss" (Rial dixit)

Pd: ¡Se aceptan nuevos ejemplos a la lista!

12 agosto 2007

Honestidad "argenta"

Hace unos días un curioso test de honestidad organizado por la revista Selecciones de Reader''s Digest, que consistió en dejar olvidados 960 celulares —30 por caso— en 32 grandes ciudades del mundo, colocó a Buenos Aires, con sólo 16 aparatos devueltos sobre 30, en el puesto número 25.
A simple vista puede verse que éste resultado no está tan relacionado a lo económico como a una cuestión de valores. Se reabre un debate: ¿Somos honestos los porteños? Mas allá de la poca rigurosidad científica de este test cuesta restarle credibilidad.
Vivimos reclamando honestidad al prójimo, sobre todo a nuestros gobernantes, pero ¿qué pasa realmente con nosotros, por ejemplo, ante aquello encontrado? Porque no ocultemos que entre tantos pensamientos buenos y malos que se entremezclan en el inconsciente, mas allá de que la decisión final que se tome, aparecen algunas excusas que justificarían alzarlos con el botín y de esa manera hacerlo sin culpa. En la lista de pretextos hay para todos los gustos:
- la justificación económica: "Ando mal de guita como para devolverlo"
- Ley del Talión: "Yo alguna vez perdí un/a.... (poner el objeto perdido) y nunca me lo devolvieron"
- la justificación divina: "Fue un regalo de Dios"
- el buen destino final: "Va a ser bien utilizado/aprovechado"
- la justificación histórica: "No es mi culpa, forma parte de la cultura argentina en la que vivo".
Pero no seamos tan injustos. Hay quienes eligen el camino del bien. Sin embargo, estos educados "scouts" tampoco podrán evitar otros tantos perversos pensamientos relacionados a lo que se obtendrá a cambio:
- La recompensa material: "Seguro algún premio voy a ligar"
- La recompensa social: "¡Seguro con esto voy a quedar como un buen tipo ante la gente!"
- La recompensa mediática: "¡Seguro voy a salir en la placa roja de Crónica!

Fuera de toda broma. ¿Será que realmente no se puede hacer nada con estos valores patas apara arriba y supuestamente heredados de nuestra historia? ¿No será hora de hacerse cargo de una vez por todas de las responsabilidades que nos corresponde como ciudadanos? Quizás nos falte un poco de esa honestidad para entender que será siempre inútil esperar de nuestros gobernantes - miembros de una misma comunidad - algo distinto de lo que somos en nuestra vida diaria.