Como ocurrió con el caso María Soledad Morales y María Marta García Belsunce, la resolución de crímenes donde se presupone la participación política, vuelve en el caso Nora Dalmasso a mostrar una justicia ineficaz y lenta. En ese contexto, la mirada carnívora de los medios, crea su propia versión de la realidad midiéndola en puntos de rating, sin importar cuánto morbo abunde y cuanta ética y respeto por la vida privada escaseen.
El proceso judicial para esclarecer el crimen de Dalmasso en estos siete meses se ha caracterizado por el permanente cambio de ejes de la investigación, la debilidad de las pruebas y la interpretación dudosa de esas pruebas. Esta falta de información, y exceso de conjeturas han cooperado con la audacia inescrupulosa de los multimedios (se incluyen los blogs), que a lo largo de la investigación han ido saltando de los amantes múltiples y el juego sexual (o “hipoxifilia”) de la víctima a la homosexualidad y el incesto de Facundo Macarrón, su hijo y uno de los imputados, sin aportar nada al esclarecimiento del caso.
La Constitución nacional, en su artículo 19 garantiza el derecho a la intimidad donde señala: “Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios...”. Y el Código Civil lo reglamenta.
Será cuestión entonces de un nuevo debate sobre el rol de los medios e intentar poner serios límites a ese desplazamiento operado hacia una tinellización amarillista para evitar, como importante factor de influencia, seguir aportando a la pérdida de valores esenciales de la sociedad.
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